El innovador dispone de 30 segundos para lograr que los inversionistas presentes en el público financien su emprendimiento, con fondos limitados y disputados por otros emprendedores. Es una escena típica en una feria de innovación.
Por brevísimas, a ese tipo de presentaciones se les llama pitch elevator (discurso del elevador), porque nos recuerdan la conversación casual que se da entre dos sujetos mientras van en un ascensor.
Pero, seamos honestos, ¿qué recursos se pueden captar en apenas 30 segundos? El más preciado y el más escaso de este tiempo: la atención.
En serio, insisto, ¿qué proyecto se puede exponer con rigor en 30 segundos? Ese es el tiempo promedio que usan los publicistas y los periodistas de TV para contarnos una historia.
¿Sabías que un corte de televisión en un noticiario de Estados Unidos promedia 9 segundos? Si el entrevistado u orador no coloca su mensaje en 9 segundos, se le pasa el tren.
¿Cómo lo logran? Despellejan su mensaje hasta dejarlo en la esencia. Y aún no es suficiente. Decía William Bernbach, uno de los mejores creativos publicitarios de todos los tiempos: “La verdad no es la verdad hasta que la gente la cree; y la gente no puede creerte si no sabe lo que estás diciendo; y no puede saber lo que estás diciendo, si no te escucha; y no va a escucharte si no eres interesante, y no serás interesante si no dices las cosas con imaginación, originalidad y frescura”.
Los expositores que conocen su tema concentran su esfuerzo en lo que van a decir, cuando deberían concentrarlo en cómo lo dicen, ya que lo primero lo tienen claro.
Para ellos, aquí dejo tres consejos para mejorar su pitch elevator: mantenlo simple, di algo inesperado y aporta concreción. Un prototipo siempre viene bien, aunque sea rudimentario, para mostrar tu propuesta de forma simple, contrastante y concreta.
Mientras menos tiempo de exposición tienes, más tiempo de preparación necesitas. Conseguir inversión de fondos requiere inversión de tiempo en la estructuración, edición y ensayo de tu intervención.
Ya lo decía el vigésimo octavo presidente estadounidense, Woodrow Wilson, a principios del siglo pasado: “Si voy a hablar por tres minutos, necesito una semana para prepararme; para 15 minutos, tres días; para media hora, dos días; para una hora, estoy listo ahora mismo.”
Si eso pensaba hace más de 100 años, cuando la vida era lenta, uno de los cinco presidentes más inteligentes que ha tenido Estados Unidos, el único con un PhD y con un IQ estimado en 145.1, imagina el tiempo de preparación que necesitarías tú, ahora, cuando lo vida es acelerada, para hacer una excelente intervención de 30 segundos.
El tiempo que se invierte preparando una presentación es tiempo que se ahorra presentándola. Pasarse del tiempo previsto o chamuscar el mensaje para ajustarse a la agenda no vale, es sinónimo de baja preparación. Limitar esta columna a no más de 500 palabras, por ejemplo, me ha tomado dos días, aunque sabía lo que iba a decir.