Cada mercado tiene requerimientos muy concretos y en cada uno de ellos existen diferencias sustanciales entre los segmentos de consumidores que lo integran. No es lo mismo producir zapatos de lujo de acuerdo con la norma técnica que corresponda, que producir botas para administrar la granja lechera.
Cada producto debe estar estrictamente conforme con los propósitos y los requisitos del cliente; además, asegurar la calidad significa hacerlo bien desde el principio (Phil Crosby) porque de otro modo nos quedaríamos en los comienzos del emprendimiento que se trate.
Desde la antigua Digenor organizamos, con el apoyo de muchas empresas nacionales, asociaciones y personalidades visionarias, talleres, foros e intercambios directos con las principales autoridades regionales y mundiales vinculadas al tema. Realmente no se trató de una movilización general en torno a la necesidad de atender los relegados asuntos relativos a la calidad; más bien el objetivo primario de ese esfuerzo consistió en crear conciencia sobre la necesidad de establecer una infraestructura nacional para la calidad (IC), vistos los rezagos y deficiencias del sistema entonces vigente liderado por la Digenor. El resultado fue la aprobación de la Ley núm. 166-12 que crea el Sistema Dominicano para la Calidad (Sidocal).
Apostamos entonces a que la nueva institucionalidad cumpliera una amplia gama de desafíos, en tanto la IC está vinculada orgánicamente al cumplimiento de las obligaciones del Estado y las empresas en materia de calidad, contrataciones, seguridad alimentaria, salud, medio ambiente, cambio climático, responsabilidad social y mediciones confiables de cualquier tipo. La IC es un formidable catalizador para la mejora de la calidad de los productos y servicios a escala nacional. Está demostrado que ella, a través del estímulo de la demanda nacional, vigoriza los negocios y la economía en general.
Al ayudar a la industria frente a los requerimientos de los mercados de exportación, impacta positivamente la competitividad de la economía del país y su capacidad para participar en el comercio mundial y en las cadenas de valor; ayuda al cumplimiento de los requisitos técnicos y certifica la calidad, seguridad e inocuidad de los productos con ayuda de mediciones confiables o trazables al sistema internacional realizadas en laboratorios acreditados.
Estas son algunas razones por lo que los beneficios de la IC son transversales. Está demostrado fehacientemente que incrementa las utilidades de los consumidores, los fabricantes y proveedores, del sector financiero y los reguladores, lo mismo que las del gobierno fortaleciendo la competitividad de la industria nacional en los mercados globales, utilizando los recursos de manera eficiente, compartiendo los conocimientos tecnológicos y haciendo frente a los desafíos ambientales y climáticos, de salud y seguridad pública, incluida la seguridad alimentaria.