En el artículo anterior dijimos que lo que es bueno para la comunidad es bueno para todos. Hasta para aquellos que las incongruencias o debilidades de los sistemas le conviene de manera individual o se aprovechan de la misma, pero cuando los beneficios de una acción solo favorecen a los involucrados, conllevan perjuicio en el desarrollo sostenible y conveniente para la comunidad. Y nada que afecte a una parte de la sociedad en beneficio de minorías puede ser moralmente correcto para la convivencia humana.
Un ejemplo atípico puede ser el que nos sucede a la humanidad con el covid-19 y las vacunas. Lo más humano y universal debió ser que las naciones se reunieron y decidieran cuál sería el método más conveniente y sostenible para la civilización el modo de distribuirla, no que los países ricos monopolizaron y hasta boicotearon a los más pobres el acceso a las vacunas. Bueno, esa es una idea muy utópica de un anarquista atípico en tiempo donde impera el individualismo.
Pero para no alejarme de nuestro objetivo, debo abordar el tema de la competencia que tenemos en el mercado asegurador dominicano, el cual cuenta con una producción en prima que no supera aun los US$1,250,000. Y cuenta con más de 30 aseguradoras, donde tres de las grandes empresas tienen el 50%, con más de 2500 productores e intermediarios que sirven el 70% del mercado, y sin temor a equivocarme, y tal vez por ello se dan las debilidades que sufrimos, con las peores autoridades regulatorias de la región por mucho tiempo.
Estas diversidades de situaciones producen muchas conductas que no convienen a nuestros ciudadanos clientes. La actividad aseguradora es muy compleja. Y una de sus características es que la mejor conveniencia de las operaciones es su tamaño. Es un modelo a lo que convienen los grandes números para la eficiencia.
Las Actividades aseguradoras, dentro del mercado financiero, es la más compleja, donde el componente principal de nuestro producto es el riesgo, que nos impone tener unas buenas operaciones equilibradas y un manejo exigente de los recursos ajenos, cumpliendo con las exigencias de la ley para preservar la eficiencia y garantía en el tiempo, de tal manera que podamos hacerles frente a las indemnizaciones de nuestros clientes ante las eventualidades.
Es por ello, que no todos los aseguradores están en condiciones de cumplir, ni todos los intermediados cuentan con las capacidades de diseñar los productos y mantener las orientaciones que requieren los clientes y más aquellos que enfrentan procesos complejos de sus instalaciones y otros bienes como de sus productos y servicios. No puede una aseguradora tener costosas operaciones, con elevadas comisiones haciéndole frente a sus obligaciones con sus clientes. No somos magos. Y muchos intermediarios se dejan seducir, sin verificar los elementos clave de una buena empresa aseguradora, que le garantice tener buenos reaseguradores, reservas y responsabilidad ante el mercado.
Contar con un mercado sano y fuerte es una responsabilidad de todos y más de los productores, que no deben solo perseguir comisiones y beneficios particulares poniendo en riesgo el futuro de sus clientes. Debemos empeñarnos más en cerrar la gran brecha que aún tenemos con más de un 70% sin cubrir, en un mercado que aumenta los riesgos y sus complejidades. Es una gran oportunidad para crecer y aumentar nuestros ingresos haciendo lo correcto bien hecho.