República Dominicana es un país sumamente interesante, las acciones del gobierno, y también el comportamiento del liderazgo nacional, así lo atestiguan. En efecto, desde hace varios lustros, se viene solicitando a los diferentes gobiernos, la realización de reformas estructurales que vayan en la vía de resolver diferentes problemas, también estructurales, que tiene la nación dominicana; sin embargo, cuando se invoca un llamado a diálogo para hablar de las mencionadas reformas, casi de inmediato los mismos actores de siempre, plantean dudas alrededor de que esto sea posible.
La reflexión anterior viene a cuento por la convocatoria que hizo el presidente Luis Abinader, en el discurso del primer año de gobierno, en donde llamó al liderazgo nacional a iniciar conversaciones sobre 12 reformas estructurales que, según él, están pendientes en República Dominicana y forman parte de la agenda nacional. Estas reformas, por demás, se colocan en la lista de problemas que están incluidos en la deuda social que, históricamente, se tiene con los pobres de este país.
Por ejemplo, el primer mandatario propone una reforma para el fortalecimiento de la transparencia y la institucionalidad, de modo que organismos como el Ministerio Público y la Cámara de Cuentas, se conviertan realmente en entes autónomos que funcionen sin la intervención del ejecutivo, ni de ningún otro órgano estatal.
Esto se ha venido pidiendo por años y, hoy, que se plantea la posibilidad de hacerlo realidad, esta reforma está siendo torpedeada por poderosos que hay vivido siempre como chivos sin ley. Otra reforma de vital importancia que también se propone, es la del sector eléctrico, el barril sin fondo que nos ha consumido un porcentaje incalculable del erario público. Ahora dicen algunos camaradas, que eso es un tema político.
En ese mismo sentido, Abinader quiere una reforma del sector agua, en un país en donde el agua escasea en los principales barrios de la capital, y en donde tener ese líquido dentro de la casa, es casi un lujo. Los mismos de siempre, ahora quieren boicotear esta trascendental reforma, limitando con esto que millones de seres humanos puedan tener acceso a ese líquido preciado. De igual manera, se plantea la reforma de la policía nacional, lo que sería un hecho histórico para República Dominicana. Pero los que siempre han pescado en rio revuelto, se oponen a esta reforma pues su modus operandi se alimenta del caos y la delincuencia en el país.
Otra reforma que es esperada por todos, es el de la seguridad social, que más que reforma significa adecuación de una ley, y con lo que se realizarían ajustes de importancia para el funcionamiento del sector salud. Lo mismo ocurre con la reforma del sector educativo, y la que tiene que ver con la modernización del Estado dominicano. Pero ya sabemos la cantidad de intereses que ahí se mueven, por lo que la oposición a estas reformas será materia común.
Por igual, se quiere reformar el sector transporte, iniciar una transformación digital y, por demás, una reforma fiscal con carácter integral. Ahí también cuenta la reforma laboral, la cual lleva años en discusión entre empleadores y trabajadores, sin que haya señales de posibilidades de acuerdos. En fin, este es el país de las cosas pendientes, y no creo que el liderazgo nacional esté dispuesto a desprenderse de lo que han vivido toda la vida, siempre a costa del resto de la población.