Sin menospreciar la importancia de las luchas sociales, sobre todo aquellas que están dirigidas a lograr reivindicaciones para los más pobres, lo cierto es que detrás de determinadas huelgas se esconden, casi siempre, manos oscuras que buscan desestabilizar socialmente a la nación, y la que acaba de ocurrir esta semana en el Cibao me parece una de estas.
Esta afirmación, sin ser temeraria, viene a cuento porque las condiciones económicas internacionales de hoy en día están provocando que la mayoría de los países sufran presiones inflacionarias con las que no pueden lidiar, pues se trata de incrementos de precios de insumos, materias primas y combustibles que son producidos en otras latitudes y que deben ser importados para satisfacer las necesidades de los agentes económicos de República Dominicana.
Pero los huelguistas parecen desconocer que recién se salió de una Pandemia que duró casi dos (2) años, y también ignoran que actualmente se está desarrollando una guerra entre Rusia y Ucrania, la cual está teniendo consecuencias nefastas en el resto del mundo. Así también, los organizadores de la huelga desechan el esfuerzo que está realizando el presidente Luis Abinader para recuperar totalmente la economía dominicana y, en vez de apostar al diálogo, recurren a métodos que deberían ser cosa del pasado.
La historia debería servir para recordarles a los huelguistas que ninguna nación se ha desarrollado sobre la base de disturbios, quema de neumáticos ni vandalismos, que son los elementos más evidentes de este paro de labores que ha sido convocado.
Se sabe que existe una alta deuda social del Estado dominicano con los desposeídos del país, pero las huelgas no harán que eso cambie de la noche a la mañana. Por igual, la presión al Gobierno, vía métodos de luchas violentos, pudiera parecer, a los ojos de la Coalición de Organizaciones Sociales que hizo la convocatoria, la mejor forma de lograr reivindicaciones, pero eso no hará que incrementen las recaudaciones de ingresos para que hayan más recursos para invertir y responder a las demandas planteadas.
Otro elemento a destacar es que, lamentablemente, este tipo de evento es aprovechado por desaprensivos para cometer todo tipo de tropelías, entre estas el saqueo a pequeñas y medianas empresas que son fáciles objetivos de estos individuos, lo que debería ser analizado y ponderado por los convocantes de esta huelga.
También, existe la sospecha de que la oposición política ha tratado de pescar en río revuelto con esta huelga, lo que nos parece un flaco servicio a un país que está tratando de recuperar su economía, que ha hecho de todo para mantener la estabilidad macroeconómica, y que apuesta a reformas políticas y sociales que vayan en la dirección de mejorar las condiciones de los que están colocados en el lado desfavorable de la distribución del ingreso.
Una nación lo que necesita es generar empleos y riqueza, y también posibilitar el crecimiento económico que conduzca al desarrollo. Las huelgas, por el contrario, atentan contra todo eso, y constituyen un retroceso para aquellos que salen diariamente a hacer negocios, así como una limitante para el ciudadano de a pie que demanda y requiere vivir en paz. Que a partir de ahora la consigna sea: “Huelga no, diálogo sí”.