Tengo la siguiente pregunta: ¿La hipersensibilidad en un servidor público a críticas sobre su gestión es muestra de intolerancia? Podría ser si tomamos en cuenta que quien se convierte en funcionario del Estado se debe a la opinión pública. Esto va para un director, gerente, superintendente, gobernador, Presidente de la República o alcalde pedáneo. Si usted no está preparado para escuchar una crítica, entonces está en la posición equivocada.
Un funcionario del Estado o servidor público es un ciudadano que merece todo el respeto, valoración y apoyo de la ciudadanía porque ha decidido entregar sus conocimientos a los mejores intereses del país, en este caso República Dominicana. Quien ostenta una posición en cualquier institución estatal, sea por elección o designación, está obligado a cumplir con sus responsabilidades y no debe ser aplaudido porque lo haga bien, pues para hacerlo bien fue colocado en la función.
Si es un funcionario eficiente, merece, además, ser ratificado (cuando sea el caso) porque lo ha hecho bien. Su ratificación, de hecho, es un reconocimiento explícito de que los resultados que muestra son los esperados y han satisfecho las expectativas no sólo de quien lo colocó en esa posición, sino de la ciudadanía.
Endiosarse o querer abrogarse la propiedad del puesto es un error histórico. No importa si usted tiene uno, 10, 15 o 30 años en la posición. El tiempo siempre pasa factura. Un día será el final y ahí sabrá quiénes eran sus verdaderos amigos.
Una posición en el Estado, más cuando se trata de una de alta influencia, “genera amistades” que luego se demuestran que no fueron tales, sino que sólo estuvieron ahí como parte de las oportunidades que ofrece el puesto.
El funcionario más importante de este Gobierno, que es el Presidente de la República, ha dado muestras de humildad desde el primer momento en que se juramentó en la primera posición del Estado. Ha sido reiterativo al decir que su paso por la administración pública tiene una fecha de caducidad. Y de hecho, su discurso ha estado caracterizado por mantener un acercamiento con todos los sectores que agregan valor a la economía, sean estos grandes, medianos o pequeños.
Ahora bien, no puedo decir lo mismo de otros que se han adherido al puesto como si fuera una herencia familiar. Incluso, sé que podría haber alguno (por ahí) que no se ve fuera del puesto y que al pensarlo tiene pesadillas. Un detalle que vale la pena resaltar es que cuando un servidor público lleva tantos años en un puesto, quiérase o no, también podría pensar que es la única persona idónea para esa función y que nadie más está en capacidad de sustituirlo.
También, y es oportuno decirlo, al sentirse “intocable”, ya sea porque tiene la fórmula secreta del convencimiento y muchos les deben “favores”, entonces también crece en su epidermis una hipersensibilidad a las críticas o comentarios que surjan respecto a su gestión. Esta actitud, considero, es propia de las personas con un alto grado de intolerancia, lo cual no es compatible con quienes deciden dedicarse al servicio público. ¿Conoce usted a alguien con estas características?