Recientemente, un (virtual) candidato presidencial emitió su opinión en el sentido de que una reforma fiscal no era una “oferta electoral” y que difícilmente sería algo que podría ser abordado durante la campaña electoral. Por ende, de manera implícita, estaba diciendo que hablar de una reforma fiscal sería una tarea para luego de agosto del año 2024.
Conversar sobre una reforma fiscal siempre es difícil, pues los impuestos nos tocan a todos y afectan a la economía en su totalidad, por lo que resulta un tema espinoso. Sin embargo, si decidimos siempre postergar la conversación de una reforma fiscal que sea integral, que nos ayude a llevar a la economía dominicana adonde queremos, lo que implica una larga conversación y consenso entre muchos sectores, y eso requiere tiempo, se comete un error.
En primer lugar, cualquier reforma fiscal debe ser “integral”, es decir, que “comprende todos los elementos” de nuestro sistema impositivo. Cuando se realizó la última real reforma tributaria integral, en el 1992, con la promulgación del Código Tributario hoy vigente, las reformas que se han producido en la materia han sido coyunturales, respondiendo a situaciones particulares.
Como es natural, después de haber realizado una reforma completa de nuestro sistema tributario, lo que ha venido, hasta la fecha, han sido “parches” que tocan situaciones particulares. Esos “parches” vienen desnaturalizando y distorsionando el sistema tributario, lo hacen más complicado y su cumplimiento más costoso.
En una reforma que abarque todos los aspectos del sistema fiscal – desde la base tributario (a cuáles productos, servicios y tipos de ingreso le aplican los tributos), las tasas, las exenciones y los procedimientos tributarios. Es lo que se necesita para cumplir con las metas sociales. En la medida en que sean exceptuados temas o aspectos de una reforma por no ser políticamente viables, se hace más difícil poder lograr una reforma fiscal que realmente cumpla con lo cometido.
Entonces, esto nos lleva al próximo punto: lo que debe perseguir la reforma tributaria no es únicamente aumentar los ingresos fiscales, sino, también, crear las condiciones para el crecimiento económico y de empleos a través de la racionalización y simplificación del sistema fiscal. De esta forma, sentamos las bases para un crecimiento económico en el país, que a la vez, en el tiempo, redundará en mayores aportes al fisco, es decir, un círculo virtuoso para la economía nacional.
Para lograr esto, debemos tener una conversación abierta, comprensiva, que abarque a todos los sectores de la vida productiva nacional. Lejos de oponerse a una reforma, el sector privado se encuentra altamente interesado en propulsar la simplificación del sistema tributario. Los altos costos que implica el cumplimiento del sistema complicado actual son un retranque al crecimiento, e igualmente una reforma que conduzca a finanzas públicas estables que sean capaces de soportar servicios públicos comprensivos y competentes sería un resultado muy positivo para la República Dominicana y su desarrollo a largo plazo.
No temamos hablar de temas complejos -como este- invitando al diálogo y consenso.