Buscar soluciones para aliviar la carga del tránsito en la ciudad de Santo Domingo se ha tornado urgente debido al crecimiento económico (algo positivo), pero que tiene como consecuencia la reducción de la calidad de vida en este renglón. Aunque también urge invertir en las carreteras y el transporte interurbano, un verdadero reto y urgencia que tenemos en nuestra ciudad capital, que se torna sencillamente intransitable.
En muchas ciudades del mundo, incluyendo en Latinoamérica, se cuenta con sistemas de transporte masivo que faciliten la eficiente movilización de grandes mases de personas. Aunque en Santo Domingo tenemos algunas facilidades incipientes en este sentido, la realidad es que la desbordada demanda de uso del metro precisamente apunta a que la infraestructura creada es insuficiente para satisfacer la demanda.
El metro que tenemos fue, y es, una gran idea y una excelente inversión.
Necesitamos ampliarlo junto a otras opciones como el teleférico, pues son vías de movimiento alternativas que nunca darán abasto, y ayudan a descongestionar las vías. Pero hay otra opción a considerar: el sistema Transmilenio que se emplea en la ciudad de Bogotá, capital de Colombia.
Transmilenio se refiere a la empresa de servicio de transporte en autobuses, que se desarrolla de naturaleza público-privada, y que revolucionó el tránsito en esa congestionada urbe. En dicho sistema, la infraestructura (vías y estaciones) se desarrolló con recursos públicos, y la administración, planificación y organización la hace una empresa pública, Transmilenio S.A., mientras que los vehículos son propiedad privada, así como el recaudo de fondos de compra de boletos.
El sistema de distribución económico, en síntesis, es el siguiente: el 90% de los ingresos es para las empresas operadoras (los propietarios de los autobuses), el 5% para la empresa que se encarga del recaudo de fondos y el 5% para la ciudad de Bogotá. La ciudad cubre los gastos en mantenimiento de losas, estaciones e infraestructura en general y los operadores se encargan del mantenimiento, reparación, lavado y operación de buses, contratación de conductores y compra de flota.
Lo interesante de un sistema como el de Transmilenio es que se utiliza la infraestructura existente -las calles, avenidas y vías de la ciudad- pero especializadas para el tránsito de autobuses. Igualmente, se crean incentivos para recaudar los fondos y el mantenimiento de los autobuses a través del involucramiento de las empresas privadas, reduciendo la carga económica al estado y asegurando que existan incentivos económicos para el buen servicio.
Claro está, especializar carriles de tránsito puede ser controvertido. Y para lograr éxito en cualquier hazaña de esta naturaleza, volvemos al punto esencial de cumplimiento de ley y régimen de consecuencias. De nada nos sirve esta medida si cualquier persona, de transporte público o privado, se “aprovecha” y las congestiona.
Debemos analizar las soluciones de tránsito que ya han dado efecto en otros países. Pero en el fondo, cualquier solución requiere de voluntad política de hacer cumplir la ley, pues de otra forma, no funcionará ninguna propuesta que se pueda presentar.