Mi primer préstamo fue en 1994. Fue informal. Me ayudó mi madre. El dinero era de una tía, hermana suya, que vive en Estados Unidos. Necesitaba dinero porque se presentó una oportunidad de comprar un vehículo, el primero de cuatro ruedas que llegaba a la familia. Fueron RD$50,000. Lo pagamos rápido. Yo trabajaba y estudiaba al mismo tiempo. A la semana de andar en la calle tuve un accidente, me le estrellé por detrás a una camioneta en la 27 de Febrero con Máximo Gómez. El otro vehículo prácticamente ni se dio por enterado, pues tenía unas defensas en acero que afectaron todo el frente de mi vehículo.
¿Cómo pasó? Me sorprendió un tapón y no frené a tiempo. Muchos en la calle me vociferaban que eso me pasó por “andar como un loco” sin imaginar que apenas tenía una semana manejando. Sólo tenía el carné de aprendizaje. Se me fueron RD$10,000 en el taller de El Chino, en la calle 13, sector Pueblo Nuevo, en Los Alcarrizos. Luego de haber dejado de ser peatón, tuve que reasumir la realidad. Sin embargo, eso me enseñó a andar con más cuidado, pues los errores se pagan con dinero. Tuve suerte que a la otra camioneta no le haya sucedido nada.
Desde ese primer préstamo, para la adquisición de un vehículo, jamás he estado sin deuda. Mis primeras experiencias fueron en el mercado informal. Luego le tomaba al prestamista del barrio a tasas obviamente altas. No tenía otra opción, pues carecía de background bancario. Jamás había tenido una cuenta de bancos.
Tuve la suerte de pagar a tiempo todos los compromisos en el mercado financiero informal, pero también agradezco a la vida haber salido del oneroso mundo del prestamista del barrio. Eso es mortal para una persona que quiera levantar cabeza.
Mi primer contacto con la formalidad fue en 1999, es decir, hace alrededor de 25 años. Esto también me indica que entré relativamente tarde al mercado financiero formal, cosa que no sucede con mis hijos, pues todos tuvieron su primera cuenta desde antes de cumplir los 18 años. En mi caso, el hecho de haber llegado de un campo de Cotuí, con limitadas posibilidades, retrasó mi ingreso a la formalidad.
Hoy puedo decir que el sistema financiero dominicano ha sido mi aliado en todos pasos de avances que he logrado en mi vida personal, laboral y familiar. No ha habido un solo proyecto de inversión en que me haya involucrado sin contar con el apoyo de un financiamiento a través de alguna de las instituciones bancarias.
Y no bien salgo de un préstamo, cuando ya estoy pensando en el otro proyecto. Por supuesto, no sólo he financiado vehículos con la banca, sino que también la vivienda en la que he construido un hogar junto a mis hijos y esposa.
En todo este trayecto he aprendido el valor de la disciplina, de la organización y la programación. También he podido saber qué hacer cuando hay situaciones financieras apremiantes. Ah, y otro punto, he aplicado el principio de finanzas personales de aumentar los ingresos y gestionar los gastos.