El sistema financiero es un soporte vital en la economía. La banca surgió por necesidad, porque la expansión misma de la sociedad y la creciente demanda de los pueblos, de parte de sus gobiernos, hicieron nacer de la “espontaneidad” del mercado, agentes que sirvieran de intermediarios entre los que tenían y los que necesitaban. Los italianos, específicamente en Génova, pero también los suecos, ingleses y franceses, pueden dar mejor testimonio.
Su aporte, más allá de captar recursos de quienes lo poseen en superávit y facilitarlos a quienes están en déficit, con la necesidad de invertirlos en áreas productivas o para satisfacer una necesidad personal, tiene un significado que supera cualquier definición técnica. Sin intermediación financiera sería imposible emprender cualquier proyecto de importancia y de impacto en el desarrollo de la gente.
En la actividad bancaria, como en todas en las que intervienen humanos, ha habido errores. Las quiebras, igual que en empresas de otros ramos, han sido parte de su historia y desarrollo, algunas por irresponsabilidad, corrupción o contextos económicos adversos. Al final, el balance es positivo y solo habría que preguntarse qué hubiera sido del mundo sin un sistema de intermediación financiera desarrollado y con más de 600 años de existencia.
Al reconocer su aporte a la distribución de las riquezas a través de la intermediación, también es de orden destacar su valor por ser uno de los sectores con los mejores estándares para el empleo. La banca no sólo capacita a su personal, lo que se constituye en una ventaja comparativa para los colaboradores, sino que el promedio salarial y de estabilidad está por encima de la media.
Por supuesto, y es oportuno reconocerlo, hay retos importantes como en todo, especialmente en los servidores de más bajas posiciones, como los cajeros y agentes de servicio al cliente, ya que sus salarios quizá no sean los más destacables. Sin embargo, sus posibilidades de ascenso son más frecuentes que en otros sectores. Basta con la disposición o interés del empleado, ya que la entidad identifica no sólo las aptitudes, sino también las actitudes.
Sólo en 2020, según datos de la Superintendencia de Bancos (SB), las entidades financieras de servicios múltiples pagaron más de RD$53,000 millones en sueldos y compensaciones a poco más de 32,500 colaboradores, lo que significa un aumento neto de RD$2,284.8 millones, un 4.5%, respecto a los RD$50,816.3 millones erogados por concepto en 2019. El covid y la consolidación de nómina provocaron la reducción de alrededor de 1,130 puestos. Los datos al cierre de 2020 establecen, de todos modos, una mejoría en los ingresos y/o remuneración de los empleados de la banca comercial.
La banca dominicana, apoyada en un sistema jurídico moderno, ha sabido jugar un papel fundamental en el fortalecimiento de la economía a través de la intermediación, porque ha sido el canal idóneo para financiar actividades públicas y privadas, pero también ha sido el soporte de más de 33,000 empleos directos con un impacto en más de 165 personas.
Una banca fuerte, saludable y consciente de su papel ante la sociedad, más allá del negocio que de por sí es, constituye una plataforma para el desarrollo equitativo. Así es, así ha de seguir siendo.