Si bien la pandemia del covid-19 recién estaba terminando, otra pandemia vino a sustituirla y es la de la guerra entre Rusia y Ucrania. Este conflicto bélico, insólito para la mayoría de los ciudadanos del mundo, ha venido a profundizar una crisis económica que se creía en proceso de superación, y está revirtiendo todos los avances que se habían tenido en cuanto a precios elevados de los fletes y el transporte marítimo internacional, los precios del petróleo, de las materias primas, y de la mayoría de los insumos que compran los países de América Latina y el Caribe.
En efecto, al momento de redactar este artículo, el precio del barril del petróleo se ubicaba por encima de los 125 dólares, cuando había mostrado una tendencia a la baja en los meses previos a esta guerra, en tanto los precios de los granos están mostrando récord históricos. Los primeros resultados de todo lo anterior, son las presiones inflacionarias que están teniendo lugar en la mayoría de los países importadores de petróleo, así como de materias primas e insumos, tales como el sorgo, soya, maíz, etc., lo que podría tener efectos devastadores en los bolsillos de los consumidores de la región, sobre todo para aquellos que se encuentran ubicados en el lado desfavorable de la distribución de la riqueza.
A todo esto, las proyecciones son de que el crecimiento económico para los países de la región, será mucho menor que el que se pronosticaba a principios de este 2022, esperándose, además, políticas más restrictivas que las implementadas durante los últimos dos años. Así las cosas, el panorama de América Latina y el Caribe ha vuelto a ensombrecerse en estas últimas dos semanas, llenando de incertidumbre a los ciudadanos y también a sus gobernantes. Por ello, algunos gobiernos están tomando medidas urgentes que permitan paliar la situación de los más pobres y evitar, con esto, un aumento en los niveles de pobreza y desigualdad. Tal es el caso de la República Dominicana, en donde el presidente Luis Abinader se ha adelantado y planteado algunas medidas y acciones de índoles económicas, con las cuales se busca reducir las presiones inflacionarias internas.
Entre las medidas anunciadas se citan las siguientes: 1) Subsidiar los combustibles con el parámetro de que, mientras el precio del West Texas Index (WTI) esté por encima de los 85 dólares por barril y por debajo de 115 dólares, el gobierno mantendrá sin variación los precios internos de los hidrocarburos al nivel del 4 de marzo de 2022; 2) Aumentar el programa de subsidio directo al sector transporte, para evitar el incremento de los precios en el transporte público; 3) Enviar de urgencia al Congreso Nacional, un proyecto de ley para reducir a 0% los aranceles aplicados en frontera a la importación de los productos más importantes de la canasta básica; 4) Subsidiar hasta un 10% las importaciones de maíz, trigo, soya, harina y grasa vegetal, durante los próximos seis (6) meses; 5) Aumentar en un 2% del producto interno bruto los montos invertidos en gastos sociales, entre otros.
Estas medidas tomadas por el gobierno dominicano son, hasta cierto punto, plausibles y oportunas. Sin embargo, no se sabe hasta cuándo durará este conflicto, o si se extenderá a otros países de Europa e, incluso, si se pudiera generar una escalada a nivel mundial, por lo que el sacrificio fiscal podría convertirse en insostenible para las autoridades. Frente a esta situación, lo más saludable es que el dominicano, independientemente de su clase social, empiece a entender que estamos viviendo tiempos difíciles, que lo mejor es desarrollar un sentido de ahorro y austeridad, controlando el despilfarro, las compras compulsivas y, sobre todo, el elevado consumo de combustible que tenemos.