Haití está en crisis social, política, económica y una que podría ser peor: crisis de liderazgo capaz de aglutinar a los sectores más influyentes para lograr un acuerdo país que dé certidumbre al futuro de esa nación. Ya esta realidad no es noticia.
Lo más terrible de esta inestabilidad es que son los más pobres o vulnerables quienes se llevan la peor parte, pues un efecto directo de este panorama triste es la violencia que generan las pandillas. Es harto conocido que estas gangas ponen e imponen su ley y son el principal riesgo a la integridad física de las personas. Sus integrantes lideran el tráfico de armas, drogas, secuestros y, aunque parezca contraproducente, también son los garantes de la seguridad en sus zonas de influencia, siempre que no lleguen otros a poner en riesgo su dominio.
En este contexto hay más de 11 millones de consumidores que deben vivir, que necesitan alimentos, combustibles, techo, medicamentos, vestido y todo lo “necesariamente básico” para seguir en pie. Es por esto que, a pesar de la inseguridad e incertidumbre, Haití es un mercado seguro para los productos dominicanos. Lo de “seguro” viene dado porque es ese mercado el destino más expedito y menos costoso para las exportaciones dominicanas.
En medio de los problemas, de la inseguridad, inestabilidad política y económica, hay gente que necesita consumir.
El presidente Luis Abinader ha sido, sin quizá, el líder regional que ha levantado más veces la voz en escenarios internacionales para que las naciones más poderosas entiendan que en Haití hay una explosión social que sólo se puede controlar con una intervención especial a través de la colaboración con las autoridades locales. No es imposible, sólo hace falta la voluntad política de quienes sí pueden hacerlo.
Ningún mandatario debería estar pidiendo que intervengan a un país, menos si es tu vecino, pero en el caso de Haití la situación amerita la participación conjunta de fuerzas que ordenen esa sociedad, independientemente de que sea un mercado o no para nuestros productos o para cualquier otra nación.
Ya el Presidente dominicano lo ha dicho en más de una ocasión: la solución a la crisis de Haití no está en República Dominicana. Y no lo está, porque hay una historia de conflictos que impiden que nuestro país juegue un rol protagónico en cualquier solución, lo que dificultaría una intermediación entre los líderes haitianos de los diferentes sectores.
Haití, en crisis, es un mercado seguro para los dominicanos y podría ser mejor si se logra pacificar esa sociedad sedienta de orden, de certidumbre, de crecimiento económico, de desarrollo humano y de seguridad ciudadana.