La región sur de República Dominicana es un diamante en bruto por descubrir. Nuestro país ha sabido explotar muy convenientemente el turismo masivo, aquel que se caracteriza por la construcción y desarrollo grandes complejos hoteleros tipo resorts, en el que los turistas compran paquetes por un tiempo determinado. El modelo que ha superado todas las crisis y el que ha servido de punta de lanza para este sector económico tan importante.
El sur, como región diversa, se ha mantenido como en una especie de sala de espera, con paciencia, ubicando el momento exacto para gritar a los cuatro vientos que está disponible para aportar todo el potencial que tiene a la economía dominicana. Su gente espera eso y lo ha pregonado durante muchos años.
Y ahí sigue el sur, tan lejos, tan cerca, tan diverso. Sin temor a equívocos, esta región posea un potencial inexplorado que la colocaría, incluso, por encima de otras zonas ya desarrolladas del país.
Esto es así porque en esta parte del país no sólo hay playas, de las más bellas de la región, sino que puede ofrecer atractivos que sólo existen en este parte del país. Además del Lago Enriquillo, con su exclusiva isla Cabritos en el centro, y las especies endémicas y autóctonas que pernoctan en la zona, están las montañas, sierras, valles, depresiones geográficas, microclimas, desiertos, lagunas, pinares y una cultura culinaria que mezcla sabores originarios y africanos.
El sur, por suerte, ha comenzado a despertar y, al parecer, las autoridades actuales se han dado cuenta que ahí hay un potencial que el país no ha aprovechado en su justa dimensión. El turismo de playa hay que seguirlo impulsando, pero también está el otro turismo, el que protege más la economía y conoce o interactúa más la cultura. En el sur se da una simbiosis perfecta entre naturaleza y gente.
Hay otra versión del turismo que bien podría hallar aquí los elementos perfectos para desarrollarse. Las comunidades bien articuladas y dirigidas correctamente por las autoridades que trazan la política turística del país están ávidas de ser parte del desarrollo. A veces se pueden hacer muchas cosas con pocos recursos y mucha voluntad.
El turismo comunitario es una alternativa para hacer que el desarrollo sea más inclusivo. Si se impulsan cooperativas turísticas o clústeres en las comunidades, en la que participen todos sin excepción, es muy probable que República Dominicana supere algunos de los retos en materia de desarrollo humano.
Esperar que este entusiasmo se mantenga por los años venideros. ¡Qué bueno que existe el sur!