[dropcap]I[/dropcap]mpulsar el desarrollo económico y social de un país es una responsabilidad compartida entre gobierno, empresas y universidades. En este esquema, el gobierno debe promover la producción, el empleo y el crecimiento, y lo hace mediante la implementación de políticas, medidas y acciones en donde se compromete la inversión pública.
De su lado, las empresas son las creadoras de riqueza, y lo hacen mediante un proceso de inversión privada a partir del cual se contratan los factores de la producción y, de manera particular, se generan los empleos de la economía.
Las universidades, por su parte, están llamadas a generar y transferir conocimientos, labor que realizan cuando se ha logrado invertir en investigación y desarrollo o se han generado procesos de innovación con posibilidades de utilidad en las empresas.
Cuando los elementos anteriores se unen bajo el propósito del desarrollo, una corriente positiva se mueve y entonces se crea el Modelo Triple Hélice (Etzkowitz y Leydesdorff, 1997), que no es más que el resultado del proceso de articulación entre gobierno-empresa-universidad, en un contexto de colaboración que promueve la sociedad del conocimiento.
Esto, sin embargo, solo es posible si cada agente tiene claro su rol en el funcionamiento del modelo. Por ejemplo, el Gobierno debe hacer conciencia de que es imprescindible establecer y mantener niveles de inversión para fomentar, en las universidades, procesos de investigación de amplia base, así como políticas que promuevan la innovación empresarial y aceleren, por esa vía, la competitividad.
De la misma manera, las empresas están obligadas a innovar, ya que su futuro en el mercado va a depender de los cambios que puedan realizar en sus procesos productivos de cara al diseño de productos y servicios novedosos. Las universidades, como elemento vinculante entre gobierno y empresa, tienen la tarea de posibilitar el tránsito entre el proceso de creación de conocimientos y la transferencia de estos hacia el mundo empresarial.
Pero este esquema, en teoría perfecto, requiere de voluntad, trabajo y consistencia, y de una férrea labor de unificación de criterios y expectativas alrededor del desarrollo, teniendo como centro el bienestar de las personas.
El problema del modelo es que no visualiza protagonismo ni requiere participación con intereses creados, más allá que los propios de cada agente en su ámbito de actuación. En ese tenor, habría que ver si es posible que en RD se pudiera aplicar este modelo, pero renunciando a los acostumbrados protagonismos.