Para algunos, la sociedad dominicana hace mucho que perdió el rumbo, anda a la deriva y no existe una luz al final del túnel. Otros, quizás menos atrevidos, ven al país en un proceso de disolución moral, con un futuro no muy claro, dando vueltas alrededor de nada, y guiado por objetivos que no responden, necesariamente, a las aspiraciones de la colectividad.
Tal vez estas sean afirmaciones tremendistas si se parte del evidente crecimiento económico que ha tenido República Dominicana durante los últimos tres lustros, así como los avances que se observan en sectores como las telecomunicaciones y el turismo.
Sin embargo, lo banal, fútil, inane y sin importancia de las propuestas de “todos” los candidatos que se enfrentarán en las primaras de este octubre, hace pensar que no sólo se está a la deriva como nación, sino que el tiempo de las transformaciones económicas, políticas y sociales aún está muy lejos de llegar.
Todavía peor, cuando se analizan las propuestas “escritas” de campaña de los candidatos de marras, se nota claramente que se hizo uso, y abuso, del copy-paste, que no hay contenido novedoso e innovador y que todo es una vil y clara simulación.
Ni siquiera la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo pudieron utilizar como guía para componer las propuestas programáticas pues saben, de antemano, que nada de lo que se escriba se hará, ya que son, en su mayoría, hacedores de cuentos chinos, improvisadores de futuro, parlanchines que se repiten como el eco, sin sustancia y sin brillo.
Todo esto frente a una sociedad cansada de esperar un milagro que le devuelva la moral, recobre el respeto a la autoridad, detenga el desorden colectivo y haga que la expansión económica tenga una expresión en la pobreza y la desigualdad.
Así como en algún momento se “buscaba un hombre honesto”, en estos tiempos hay que aspirar a tener un candidato que hable de transformaciones profundas, de reformas económicas y sociales –educación, salud, sistema de pensiones, seguridad social, etc.-, que se comprometa seriamente con detener ese enriquecimiento voraz que se permite y facilita desde el Estado, se anime a romper con este status quo que se ha construido y edificado para que nada pase y para que todo termine en una francachela.
Pero, lamentablemente, y como lo dijo en esta semana don Antonio Isa Conde “Ninguno de los precandidatos tiene el perfil para un movimiento transformador”, pues se precisa algo más que un discurso, mucho más que spots publicitarios, más que una promesa electoral, más que sangre nueva con ideas viejas, más que propuestas redentoras de candidatos repetidos; se necesita credibilidad y transparencia que es de lo que la mayoría de los que están terciando en este proceso, carece.