Rafael Lantigua, médico dominicano que lidera el Departamento de Salud Comunitaria de la Universidad de Columbia, en esta ciudad de Nueva York, encarna lo que podría calificarse como el ejemplo de superación en persona. Las ha pasado todas. Es hijo de madre soltera (único), nacido en San Carlos, el mismo barrio donde está el Palacio Nacional. Una comadrona fue la responsable del parto.
Acaba de cumplir 40 años de servicios en la Universidad de Columbia y aún recuerda que entró como un extraño. Hoy sirve de motor y mentor para muchos que ingresan a la carrera de medicina en esa institución educativa. Reconoce que la labor es ardua con la tercera y cuarta generación de ascendencia dominicana, ya que su integración resulta más retadora.
Durante sus primeros años de estudio en República Dominicana anduvo por varias instituciones educativas, entre las que están las de República de Chile, de Argentina, Colegio Santo Niño de Atocha, Liceo Juan Pablo Duarte, donde duró tres años, mientras que el cuarto lo hico en el Colegio Evangélico Central.
Con mucho orgullo de ser quien es hoy día y de lo que ha logrado sobre la base del esfuerzo, asegura lo honrado que está de haberse graduado de Medicina en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), de haber sido partícipe de luchas importantes en esa casa de altos estudios, entre los que está la lucha por el medio millón de los años 60. “Conocer las dificultades que vivió el país en esa época y el comienzo de la democracia y su mantenimiento, después del proceso de abril de 1965, es un privilegio. Somos el producto de todo esto”, narra.
Fue testigo, como médico prácticamente, de las condiciones en que operaban los hospitales públicos. Tuvo la oportunidad de ayudar y trabajar como estudiantes de medicina en la Maternidad Nuestra Señora de La Altagracia, en Hospital Luis Eduardo Aybar y en el Salvador B. Gautier, del Seguro Social.
El doctor Lantigua tuvo la oportunidad de conocer la realidad económica, social y política de República Dominicana antes de emigrar hacia Estados Unidos, vivirla y agradecer, como dice, de por vida porque siempre cuenta que sus estudios universitarios costaban RD$15.00 (que en ese entonces eran US$15.00) porque en esa época quien pasaba todas las materias le exoneraban el próximo semestre y es lo que pasó en su caso. “Lo agradezco porque vengo de una familia bien pobre y reconozco que le agradezco mi educación al pueblo dominicano”, expresó.
Narra que luego de la Guerra de Abril su padre había emigrado a Estados Unidos y por tal razón siempre tuvo el estímulo de irse del país, por lo que a los 15 días de graduado emigra de República Dominicana. Se graduó un 30 de mayo y el 15 de junio ya estaba en territorio estadounidense. Explica que cuando termina la medicina no se habían establecido las especialidades. “Quien quería especializarse debe salir a México, Cuba, Brasil, Unión Soviética, Puerto Rico, España y Estados Unidos”, revela.
Lantigua cuenta que emigró, pero que su objetivo no era quedarse a vivir en Estados Unidos. Lo comenzó a decir en una entrevista que le dio al periódico The New York Times en 1976 cuando afirmó que “es un daño de Estados Unidos drenar cerebros a un país pobre como el nuestro, pues nos tomó gratis, ya que no le costamos ni un centavo”. La idea, dice, era entrenarse y volver a ejercer la medicina en República Dominicana, pero que con el tiempo “ha tenido que tragarse sus palabras”.
Cuando se pone a pensar en la función de ellos como inmigrantes dominicanos, explica que se enfocaron en ver cómo conseguían poner a la diáspora dominicana en una mejor posición frente a las demás. Resalta el papel que han jugado en tiempos de crisis, tales como tormentas, ciclones o cualquier otra situación de emergencia.
“Debo agradecer en nombre de la diáspora dominicana que elDinero haya venido a la ciudad de Nueva York a destacar el esfuerzo que hacemos para no sólo poner en alto lo que es nuestra herencia y ese patriotismo que sentimos por nuestra tierra, sino que nos sentimos orgullosos de compartir la ciudadanía y la nacionalidad con nuestros hermanos en República Dominicana”, expresó.
Lantigua es padre de cuatro hijos. Todos son profesionales en diversas áreas. En su caso, llegó a Columbia como estudiante, donde hizo cuatro años de medicina interna. Lo envían a un pueblo cercano a Canadá (1979) para sus estudios de endocrinología y en eso quería volver al país a propósito del presidente era Antonio Guzmán y se abrieron algunos hospitales nuevos. Sin embargo, no se dio la oportunidad de regresar al país.
Narra que ahora en Columbia hay 98 latinos en la Escuela de Medicina, de los cuales hay 11 dominicanos. En estos momentos, revela, está en formación la Asociación de Profesores Latinos. Destaca el esfuerzo que debe hacerse para superar el 4.9% que representan en esa universidad. “Estamos trabajando desde abajo para atraer médicos latinoamericanos y hacerlos médicos para que se queden con nosotros. Estamos creando un programa fuerte de mentoría”, indicó.
Referencia
Lantigua refiere que desde la década de los 80, con el aumento de la comunidad dominicana en Nueva York, los políticos notan la importancia de la diáspora y comienzan a hacer proselitismo y recaudación de fondos en Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos.
Indica que se logró, asimismo, la creación del Distrito 13, yendo a vistas públicas, aceptando que sólo candidatos dominicanos se postulen. En ese contexto es que Adriano Espaillat, María Luna y Guillermo Lineras se postulan, éste último convirtiéndose en el primer concejal de origen dominicano en ganar una posición en esta ciudad.
Un edificio dominicano
El doctor Rafael Lantigua no para de soñar, de aportar al país y de ser un referente. Su plan, desde hace algún tiempo, es que el Estado dominicano adquiera un edificio de seis niveles en Nueva York para llevar la cultura y la historia dominicana.
Según narra, el primer piso del edificio debe tener una tienda de regalos (gift shop) donde se puedan vender todos los elementos de la cultura y arte dominicanos, tales como las muñecas de sin cara (Moca), tambora, ámbar, acordeón, larimar y otros.
En el segundo nivel, indica, debe tener una exhibición permanente de pintores dominicanos. En el tercero, según su planteamiento, debe ser un salón tipo anfiteatro que permita entre 100 y 200 personas para hacer presentaciones especiales.
En lo que compete al cuarto piso, Lantigua considera que debe haber una biblioteca con las obras de escritores dominicanos, con la posibilidad de que se les presten a profesores dominicanos y todo el que quiera tenga acceso a ellos.